jueves, 24 de noviembre de 2011

engels

Galaxia Zambrano y Engels Gómez son músicos de la Orquesta Sinfónica de Venezuela Simón Bolívar. Ella toca el arpa, él la flauta. Y los concierta Gustavo Dudamel, un joven de treinta años que parece un igual. Entre todos me hicieron ese regalo especial que a veces llega después de los regalos.
Dudamel es capaz de recoger el sonido en el extremo de su batuta y darle orden. De ensancharlo, de hacerlo crecer, de adormecerlo hasta casi apagarlo. Consigue que salte y ría, que se vista de baile y exalte de alegría. Que se serene y se ponga a veces, de tan quieto, cabizbajo. Para, sin tregua, alargarse y volver a danzar ágil y vivo por toda la escena. El sonido que hacen crecer, casi carnal, con sus cuerpos y con sus almas, los jóvenes músicos bolivarianos. Denso, como que se pudiera tocar. Y tenue, como el cristal de esa nota casi imposible.
Me vine con una de esas que bautizó como giacca de la fortuna una de las asistentes al concierto. De amarillo, rojo y azul. De Venezuela.

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