jueves, 24 de diciembre de 2009

miguel

Ayer puse en este cuaderno sin papel mi invitación para 2010. Toda mi propuesta se encarnaba en la partitura de unos versos sencillos de Miguel Hernández, pastor, soldado (a la fuerza) y poeta. Porque me gustan, porque de él se harán pronto los cien años y tiene que estallar el recuerdo del que nunca murió porque su canción se canta en decenas de miles de labios.
Me llega después -por Floro, el músico amigo- que algún imbécil, con el apoyo de un puñado de deshonestos e igualmente imbéciles, ha perpetrado un libro con palabras dispuestas en forma de poemas.
Después de leer en la prensa una muestra me confirmo en la elegancia del español que leí en una carretera de Guatemala. Allí un cartel advertía de la prohibición de verter ripio en la vereda. Alguien ha tirado desperdicios en Orihuela, aunque se presenten envueltos en celofán municipal.
Y me sumo de inmediato a la propuesta de Florencio. La de limpiar el ripio sembrando la red de los versos limpios de Miguel, que tanto honra nuestra memoria.


Una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.

(De 'El rayo que no cesa')

2 comentarios:

  1. CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

    He poblado tu vientre de amor y sementera,
    he prolongado el eco de sangre a que respondo
    y espero sobre el surco como el arado espera:
    he llegado hasta el fondo.

    Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
    esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
    tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
    de cierva concebida.

    Ya me parece que eres un cristal delicado,
    temo que te me rompas al más leve tropiezo,
    y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
    fuera como el cerezo.

    Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
    te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
    Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
    ansiado por el plomo.

    Sobre los ataúdes feroces en acecho,
    sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
    te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
    hasta en el polvo, esposa.

    Cuando junto a los campos de combate te piensa
    mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
    te acercas hacia mí como una boca inmensa
    de hambrienta dentadura.

    Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
    aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
    y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
    y defiendo tu hijo.

    Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
    envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
    y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
    sin colmillos ni garras.

    Es preciso matar para seguir viviendo.
    Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
    y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo cosida por tu mano.

    Tus piernas implacables al parto van derechas,
    y tu implacable boca de labios indomables,
    y ante mi soledad de explosiones y brechas
    recorres un camino de besos implacables.

    Para el hijo será la paz que estoy forjando.
    Y al fin en un océano de irremediables huesos
    tu corazón y el mío naufragarán, quedando
    una mujer y un hombre gastados por los besos.


    (Miguel Henández)
    Orihuela,30 de Octubre-Alicante,28 de Marzo 1942

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  2. Como todo pueblo debe tener su figura y su figura un centenario, allá van pueblos de derechas intentando colar homenajes a gente que no entienden. Pero ahí están, en la foto, tan campantes. Y sin rubor.

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