lunes, 29 de noviembre de 2010

mar de lluvia

Ulysses

  Como toda pasión, tenía algo
  de desesperanza y de tormento.
                                       (H.Conti)

No habrá mañana ahora. Lo sé
como sé que quedó allí herida de muerte la esperanza.
Bastó con una noche sola,
oscura. Los labios ciegos, abierta y ancha la bahía  
y Ulises ya perdido. Huyó el abrazo
definitivamente ido, perdido y para siempre.
Para siempre jamás. Tinieblas
e infinito el dolor y la pena sin consuelo. De nuevo.
De nuevo la culpa, poderosa, más fuerte que la magia
y el deseo. Y el temor, de nuevo.

Es por eso que hoy te escribo. Para pedirte
que inundes tus ojos del verde de la lluvia
y de mi amor. El que puedes ver en los ojos que celebran
el asombro de los tuyos y la luz cuando me besas.
El destello que hendió el cielo cuando abajo,
ya dispuesto el equipaje y tu boca por sorpresa.
Un tren de mar nos urge, amor, y nos espera.
(Y hablaremos del tiempo en común y del destino,
llenos tus ojos de lluvia y mar
y de melancolía)

Será el de ayer, amor, mi testamento.
Y mi vida será -de ser- vivir en tu recuerdo.

(Maite G. Blanco)

domingo, 28 de noviembre de 2010

trenes

María Eugenia vive en El Tigre, Buenos Aires, y tiene un blog con nombre que dice a la vez audacia y riesgo, saltar del tren. A mi me gusta más asaltar los cielos subiendo a los trenes aunque sea casi en marcha, pero ella escribe cosas como ésta que aquí dejo:

Descubrieron emociones uno del otro. Ella, que él jamás dejaría de amarla, él, que ella nunca más volvería a ser suya.
En esos momentos todo valió la pena, no así el resto de sus vidas. Ella quiso olvidarlo, él ni siquiera lo intentó. Él hizo esfuerzos por seguir adelante, ella se conformó con vivir en paz. Él sufrió ataques de pánico, ella ataques de soledad.

Ella creyó ser princesa, él fracasó siendo rey. Envejecieron de viejos y de tristeza, de arrepentimientos y conflictos, envejecieron de impedimentos y razón. No volvieron a verse. Él hace bollitos de cartas que nunca entregó, ella no pudo leerlas…

La vida los sorprendió, sólo que a él por la espalda. En su despedida ella preguntó “¿de qué están rellenas las nubes?”… él la miró y respondió “de pochochos, las nubes están rellenas de pochochos”, ella rió y lo besó.

Ese día caminaron. Uno para cada lado. Ella lloró de inmediato.

Él tardo 3 cuadras en hacerlo… pero nunca pudo detenerse.


Tienen algo en común… a los dos les cuesta olvidar.

Los 'pochochos', palomitas de maíz. Las historias, como de trenes.

sábado, 27 de noviembre de 2010

hope street

Hace algo más de un mes escribí por aquí de lecturas y esperas. Fui después encontrando las lecturas por las que allí me declaré en situación de 'a la espera', una situación que requiere necesariamente de una dosis adecuada de esperanza. Si  no, ¿de qué?. No sería ya futuro abierto sino declinación, clausura, cierre.
No fue el caso, y apareció y encontré primero Freedom (el libro, claro, que la libertad es cosa más laboriosa, diría yo que inancanzable: salvo que seas amigo de B. Espinosa -el Spinoza de los textos de filosofía- y la encuentres justamente en la aceptación gozosa de su aparente negación, la necesidad). Avanzo despacio en su desciframiento, de torpeza en torpeza, deseando en el fondo que llegue pronto la traducción.
Y de la mano amiga de C., y de su sonrisa ancha y clara, me llega ahora, regalo especial de cumpleaños, ese Solar de McEwan cuyo título confundí entonces -no es Solaris, obvio- y hoy mismo he corregido.
Principio prometedor (He belonged to that class of men -vaguely unprepossessing, often bald, short, fat, clever- who were unaccountably attractive to certain beautiful women. Or he believed he was, and thinking seemed to make it so. And it helped that some women believed he was a genius in need of rescue.), espero que, como todo lo que he leído antes del autor, me depare el placer intenso de su lectura.
La tercera pieza, esa Némesis de Roth, puede esperar (o quedar a la espera, que tanto da). Sé que, si está de ser, la encontraré. No puede, en ese caso, no ser. Además -se lo repetí a Bea con toda el alma en prenda- la buena gente se lo merece.
En Belfast, ciudad triste y castigada, la esperanza tiene calle: Hope Street. ¿Una premonición?

domingo, 21 de noviembre de 2010

tiempos

Sencillos deseos

Hoy quisiera tus dedos escribiéndome historias en el pelo
y quisiera besos en la espalda
acurrucos
que me dijeras las más grandes verdades
o las más grandes mentiras
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer más linda del mundo
que me querés mucho
cosas así
tan sencillas
tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero como una gran ola de ternura
deshaciéndome
un ruido de caracol
un cardumen de peces en la boca
algo de eso
frágil y desnudo
como una flor a punto de entregarse a la primera luz de la
mañana
o simplemente una semilla, un árbol
un poco de hierba
una caricia que me haga olvidar
el paso del tiempo
la guerra
los peligros de la muerte.

(Gioconda Belli)

sábado, 20 de noviembre de 2010

sugerente

Llovía, casi a mares, en Santiago. Avión, noche, hotel, reunión, comida, tarde, avión. Podía ser cualquier otro lugar del mundo, pero de Galicia hablo. Memoria y recuerdo traído al presente, ningún recorrido, ninguna visita, ningún paseo.
El aterrizaje, brusco. Sacudida. Contraste con el cierre del Epílogo de Blanco nocturno, evocación de una noche clara de verano en El Tigre (otro mundo). Sus amigos lo escuchaban en silencio, tomaban vino blanco y fumaban, sentados de cara al río.
Apenas si había cerrado el libro, recién terminado, cuya lectura he ido demorando, lenta, atenta al destello del genio, al hallazgo narrativo, a la sutileza inteligente, a la descripción precisa. Alto, de edad indefinida y cara colorada, de bigote gris y pelo gris (...) pegando con el rebenque contra las patas de las sillas, como si estuviera espantando sus propios pensamientos, que gateaban por el piso (...) -dijo, y se detuvo intrigado a pensar y se extravió en el zigzag de sus ideas, que se prendían y se apagaban como bichos de luz en la noche.
Sugerente la llave de la habitación del hotel. Cosas del azar. O puede que de la necesidad.

jueves, 18 de noviembre de 2010

el que más quiero

NOVIEMBRE

Llega otra vez noviembre, que es el mes que más quiero
porque sé su secreto, porque me da más vida.
La calidad de su vida, que es su canción,
casi revelación,
y sus mañanas tan remediadoras,
su ternura codiciosa,
su entrañable soledad.
Y encontrar una calle en una boca,
una casa en un cuerpo mientras, tan caducas,
con esa melodía de la ambición perdida,
caen las castañas y las telarañas.

Estas castañas, de ocre amarillento,
seguras, entreabiertas, dándome libertad
junto al temblor en sombra de su cáscara.
Las telarañas, con su geometría
tan cautelosa y pegajosa, y
también con su silencio,
con su palpitación oscura
como la del coral o la más tierna
de la esponja, o la de la piña
abierta,
o la del corazón cuando late sin tiranía, cuando
resucita y se limpia.
Tras tanto tiempo sin amor, esta mañana
qué salvadora. Qué
luz tan íntima. Me entra y me da música
sin pausas
en el momento mismo en que te amo,
en que me entrego a ti con alegría,
trémulamente e impacientemente,
sin mirar a esa puerta donde llama el adiós.

Llegó otra vez noviembre. Lejos quedan los días
de los pequeños sueños, de los besos marchitos.
Tú eres el mes que quiero. Que no me deje a oscuras
tu codiciosa luz olvidadiza y cárdena
mientras llega el invierno.

(Claudio Rodríguez, de El vuelo de la celebración,
cortesía de Fernando Nombela)


típarti nacional

Alto y claro, dicen que se llama el programa donde el tertuliano rijoso dice lo que piensa. Y lo dice con ese descaro -muy de derechas, a lo que parece- de los que han sustituido el cerebro por los genitales. En Telemadrid, la tele de la prédica en defensa del orden, de la familia y de la castidad, órgano del típarti a la española, donde trabaja el otro, el que lo escribe ('zorrillas de 13 años' que aquél hace madurar, ahora de 17 en adelante, prietaslascarnes).
No creo que se trate de doble moral, no. Que sólo tienen una. O, pensándolo bien, ninguna.Y han equivocado la noble máxima que nos prescribe vivir diciendo lo que se piensa y haciendo lo que se dice. No es siempre lo más adecuado decir lo que se piensa: no, al menos, en una televisión pública y ante un auditorio de niños.
Se trata de una conversación privada, vuelve a repetir la Presidenta Aguirre, tan liberal ella y tolerante. Como la del otro, que sólo cuestión era -decía doña Esperanza- de libertad de creación literaria. Privado, libertad. Típarti nacional.
Ya ven. Adivinan el tirante de un sostén y por allí les asoman las ideas.

PD. Por cierto, ¿y qué hacía un grupo de escolares en un programa como ése?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

sin novedad

Los amos del dinero son los amos del mundo. Nada nuevo, por otra parte. Su dinero, que se hace y multiplica comprando y vendiendo dinero, sin producir nada nunca, ningún bien, ningún servicio, ninguna felicidad.
Los llaman 'los mercados' -sin rostro, sin nombre siempre, como más allá del tiempo, del espacio, de la historia: los dineros sin dueño y sin patria-, y dicen que han puesto su mirada ahora en Irlanda, como antes en Grecia y puede que mañana en Portugal. O en España.
Acudimos todos, los de más fortuna y los de menos, a su rescate. Y ahora, de nuevo resucitados, ponen nuevo precio, más precio, a su dinero. Codicia, se llamaba. Y voracidad.
Exigen más, y añaden más intereses a su interés, ya alto de por sí: más paro y menos salarios, pensiones a la baja, más años de trabajo, precariedad, recorte de prestaciones sociales, inestabilidad y miedo. Dicen que para salir de la crisis.
Y yo que me creía que era eso mismo -paro, bajos salarios, desprotección, angustia y miedo- en lo que consiste la crisis.
¿Acabarán los dueños del dinero por ser también los amos de las ideas y de los sueños?

martes, 16 de noviembre de 2010

con permiso

He leído esta mañana de martes, en Mérida, el poema de los lunes que nos regala, puntual, Rodolfo Serrano. Y me lleva el recuerdo al barro de Entrevías, a la camioneta (una peseta, un viaje) que llevaba al Puente, a las cuevas casa que rezumaban el agua del invierno, al reguero donde enjuagar el tazón y fregar los platos que baja por mitad de la calle .
Tengo que escribir -he pensado- sobre esos años de vida de chico de Vallecas, inmigrante de avanzada por razón de estudios. Para que el chico estudie, quisieron mis padres. Y así, el Ingreso, y luego aquel bachillerato de las reválidas, afortunado ese chico primerizo. Luego, unos años después, acabarían por llegar todos, ellos y mis hermanos. Vallecanos ya para siempre, vivamos donde vivamos.
Mientras, he querido escribirle a Rodolfo, dejar en su blog mi comentario. 'Llegué a la frontera de Entrevías en el 61, camioneta -el billete, una peseta- y barro, colegio de curas y billares. Cine (París, Picazo, San Diego) y teatro en el Gayo Vallecano.
Me fui en el 82, de regreso, como tantos manchegos que emigraron, del azadón a la paleta, para levantar el cinturón de Madrid.
Gracias. En versos de color, Vallecas parece de estreno.'

Su respuesta, tan atento siempre, me sirve para renovar mi agradecimiento.
  
Vallecas 

Recuerdo aquellos días cuando era
un muchacho delgado y muy moreno.
El barro y las chabolas, humedades
en la pared y el pecho. Los domingos
salíamos al baile. Fumábamos Bisonte
sin filtro. Y muchas noches soñábamos
con trabajar en la oficina de algún banco.

Era Vallecas república sin leyes. Viejo canto
libertario sin saber exactamente
ni qué hacer ni siquiera si podíamos
vivir de otra manera que de aquella
que siempre nos pareció maravillosa.

Recuerdo la cerveza al mediodía
en el bar de la calle y las partidas
al mús. Y aquellas broncas.
Las pandillas como
las de West Side Story
Y el autobús cansado cada lunes.
Y las bolsas de plástico en los pies
para que no se mancharan los zapatos.

Y recuerdo también a aquella niña
que me dio su pañuelo y el perfume
que me inundaba cada noche, cuando
soñaba con la tibieza de sus pechos.

Y, además, el dolor, las toses de los niños,
el olor a humedad que te impregnaba
hasta el hueso y la carne. La tristeza
de un horizonte sin luz y sin asfalto.
Y al viejo militante que decía
que este año moriría el viejo dictador.

Los panfletos sembrados en las calles
al despuntar el día. Y el miedo de los hombres,
las mujeres de luto permanente,
y los primeros fríos, las fiebres del abrazo,
cuando era una muchacha territorio,
maravillosa tierra no marcada
en ninguno de los mapas conocidos.

Y todo, todo eso, no ha podido
borrarlo lluvia alguna porque nunca
podrán arrebatarnos la certeza
de que a los quince años
fuimos capaces de ganarnos para siempre
la vida que latía en nuestros cuerpos.

(Rodolfo Serrano)

domingo, 14 de noviembre de 2010

a ras de cielo (y 2)

(...) La laguna del Rey, asentada en terreno abierto, recoge en la superficie grandes espacios de cielo y provoca efectos atmosféricos. A veces la lámina de agua se riza. Otras veces parece sometida a una ínfima tensión que la mantiene intacta. La laguna Batana, donde en otro tiempo hubo un batán con mazos de batir el cáñamo, es oscura, de riberas tupidas. Entre los matorrales se esconden las ruinas de lo que fue el molino. La sensación es apacible. En sus aguas se bañaban unos niños. Un lado se abría con una pequeña media luna arenosa. En el lado más inaccesible, la superficie del agua parecía rizarse como si recibiera la vibración de un eco. La carretera se va estrechando hasta convertirse en poco más que un camino de servicio. Se suceden los merenderos y casas de recreo, pero el conjunto del paraje no parecía haber perdido cierta pureza original, inducida por el silencio del agua, la magnífica calidad de los juegos de luz, el reposo algo melancólico de los lugares donde la estación de veraneo ha concluido. La laguna de la Lengua, alargada, de aguas verdosas, translúcidas, del color de la fluorita, se encuentra en una hondonada. Las riberas estériles y escarpadas se levantan dos o tres metros sobre el nivel del agua formando un foso blanco, cuyo reflejo simétrico tiene los contornos de un castillo fantástico que la brisa hace temblar y desmorona. Más arriba, siguiendo el escalonamiento natural de las lagunas, se llega a los lugares donde el agua se vierte en cascadas y escorrentías para pasar de una laguna a otra. Entre aquellos bosques y jardines, entre los merenderos sin clientes y las villas con habitantes rezagados, se respiraba el apaciguamiento de los caminos sin salida cuya riqueza consiste en ofrecer lo que el visitante pueda haber llevado consigo sin saberlo. Entre los chopos y el agua venían a la memoria las frases del Génesis sobre el jardín del Edén, donde se oían los pasos de Dios paseando por el jardín a la hora de la brisa.

(Manuel de Lope, Iberia. La puerta iluminada)

sábado, 13 de noviembre de 2010

saharauis

No puede haber razón más fuerte ni interés mayor del Estado que la razón de los Derechos Humanos, su promoción y su defensa. No hay democracia sin ética. Por no hablar de socialismo.

poeta premiado, poesía inquietante

Las Ollerías

Aún es pronto para volver a casa:
me han curvado la espalda los enanos
que he venido cargando desde siempre,
los que duermen la siesta en mis bolsillos
para ralentizar mi digestión.
Aún es pronto para volver a casa,
aunque pisé los límites.
Pensé que nadie más podría reconocerme.
Escuché los ladridos, temí el polvo naranja.
Recordé la alcancía oculta bajo el mueble.
¿Qué ha sido del nervio, el escondite
bajo un muslo de reina y el metal de unas manos?
Ahora los disfraces son de piel
y miro la avenida desde lejos, ya muy lejos
del sol y de los otros,
que alguna vez volaron para aplacar mi fiebre.
Sé lo que estás pensando: aún es pronto,
y casi no he cumplido mis pactos con la vida.
Es muy pronto aún, pero qué esperas,
si tu voz se me clava en los tobillos
y me amansa la angustia, el temor de un insomnio.
Dentro, en mí, habitas aún la casa.
Otros vinieron antes, y ya la vaciaron
de ti, de tus vestidos grandes, de tus plantas vivaces
a las que siempre hablabas de mí, entre otras cosas.

(Joaquín Pérez Azaústre)

ejercicios de lectura VI(bis)

          -Mi madre a veces se olvida los libros que ha leído en los sillones del jardín. No sale casi nunca al aire libre, y cuando sale usa anteojos oscuros porque no le gusta la luz del sol, pero a veces se sienta a leer entre las plantas, en primavera, y suele murmurar mientras lee, nunca pude saber si repite lo que está leyendo o si -como yo misma suelo hacer a veces- habla sola en voz baja porque los pensamientos le suben como quien dice a los labios y entonces habla sola, vaya a saber, o quizá tararea alguna canción, porque siempre le ha gustado cantar y yo de chica he amado la voz de mi madre que me llegaba a veces desde el fondo de la casa cuando ella cantaba tangos, no hay nada más bello y más emocionante que una mujer -como mi madre- joven y bella cantando sola un tango. O tal vez reza, tal vez dice una plegaria o pide ayuda, mientras lee, porque lo cierto es que sus labios se mueven cuando está leyendo y no se mueven cuando deja de leer -contaba Sofía-. A veces se queda dormida y el libro se le cae en la falda y al despertar parece asustada y vuelve rápidamente a su “guarida”, como llama mi madre al lugar donde vive, y se deja el libro olvidado y ya no se anima a salir a buscarlo.
-¿Y qué lee? –preguntó Emilio.
-Novelas –dijo Sofía-. Llegan en grandes paquetes una vez por mes las entregas para mi madre, las encarga por teléfono y siempre lee todo lo que ha escrito un novelista que le interesa. Todo Giorgio Bassani, todo Jane Austen, todo Henry James, todo Edith Wharton, todo Jean Giono, todo Carson McCullers, todo Ivy Compton-Burnett, todo David Goodis, todo Aldous Huxley, todo Alberto Moravia, todo Thomas Mann, todo Galdós. Nunca lee novelistas argentinos porque dice que esas historias ya las conoce.

(Ricardo Piglia, Blanco nocturno)

viernes, 12 de noviembre de 2010

a ras de cielo (1)

Con la mirada habituada a un horizonte árido y desolado, el primer remanso de agua produce estupor. Después de un largo recorrido de llanura casi esteparia y de bosques de secano, la presencia del agua remansada, tierna, increíblemente pura en su efecto luminoso, es casi un milagro. Las riberas forman un anillo de juncos y cañas que delimita el contorno de forma imprecisa y a la vez perfectamente geométrica. Los juncos se duplican en su reflejo en el agua en un tono de verde algo más claro que el natural. El bosque de secano se transforma en bosque de ribera. El arbolado está formado principalmente por álamos y eucaliptos. Las tapias se cubren de enredaderas de viña virgen. Poco a poco, el rosario de lagunas se va sucediendo. A la laguna de la Cueva Morenilla sigue la laguna del Rey, una de las más grandes. Luego viene la laguna Colgada, luego la laguna Batana, luego la laguna de la Lengua, y así sucesivamente. Cada laguna posee una personalidad propia, ya sea en la forma, en los reflejos o en el color, como si estuvieran habitadas por divinidades del agua perfectamente diferenciadas. (...)

(Manuel de Lope, Iberia. La puerta iluminada)

jueves, 11 de noviembre de 2010

ejercicios de lectura VI


La noche había caído sobre la casa  y ellos seguían en los sillones, en la galería, con las luces apagadas, salvo un velador atrás en la sala, mirando el jardín tranquilo y las luces del otro lado de la casa. Al rato, Sofía se levantó y puso un disco de los Moby Grape y se empezó a mover bailando en su lugar mientras sonaba “Changes”.
     -Me gusta Traffic, me gusta Cream, me gusta Love -dijo, y se volvió a sentar-. Me gustan los nombres de esas bandas y me gusta la música que hacen.
     -A mí me gusta Moby Dick.
     -Sí, me imagino… A vos te sacan los libros y quedás en bolas. Mi madre es igual, sólo está tranquila si está leyendo… Cuando deja de leer, se pone neurasténica.
     -Loca cuando no lee, y no loca cuando lee…
     -¿La ves ahí…?, ¿ves la luz prendida…?
Había un pabellón del otro lado del jardín, con dos grandes ventanales iluminados en los que se veía una mujer con el pelo blanco atado, leyendo y fumando en un sillón de cuero. Parecía estar en otro mundo. De pronto se quitó los anteojos, levantó la mano derecha y buscó atrás, a tientas, en un estante de la biblioteca que no se alcanzaba a ver, un libro azul, y luego de ponerse la página contra la cara, volvió a calzarse las gafas redondas, se arrellanó en el alto sillón y siguió leyendo.
     -Lee todo el tiempo –dijo Renzi.
     -Ella es la lectora –dijo Sofía.

(Ricardo Piglia, Blanco nocturno)

lunes, 8 de noviembre de 2010

niño callado y pensativo

De
nuevo y tantas veces
pude ser tiempo del resplandor de tus ojos
porque aún siendo un niño
callado y pensativo
estaban ya mis manos enredándose
en tus cabellos
y la soledad rompiendo de aquella tarde
para ser de nuevo contigo
deseo de otra luz
mirándote
                los ojos

(José María Millares, en Cuadernos 2000-2009)

domingo, 7 de noviembre de 2010

de la a a la z

El viernes fue de nuevo noche de encuentros. Noche de homenaje merecido y reconocimiento a Manuel Criado de Val, hijo adoptivo de Castilla-La Mancha y ahora también de la provincia de Guadalajara, que ése era el motivo de la reunión, convocados allí por la Diputación provincial para hacerle conocedor de la distinción.
Se cumplen este año, además, los cincuenta de vida del Festival Medieval de Hita, quizás la mejor obra de don Manuel, que ha devuelto a la pequeña gran ciudad una identidad y un vigor que no reconocería hoy su más célebre Arcipreste, el poeta y autor del Libro de Buen Amor.
Saludos, afecto, y gratitud. A las personas que, como él, nos dan mucho y nos ayudan  a reconocernos en nuestra lengua, nuestras costumbres y nuestra historia y, por tanto, a conocernos mejor. A ser mejores. Así se lo dije, con el deseo (y la certeza) de otros cincuenta años más de vida y gloria al Festival, y a su creador.
Me quedé corto, que eso me pasa cuando me contengo. Don Manuel aseveró que no pensaba morirse, y todos contentos. Puede que el que más, el alcalde de Hita, el joven -y nervioso la otra noche- Alberto Rojo.
Oficiaba por allí de algo, bien podría ser de testigo, Pepe Sacristán, que es presencia que regala sosiego, su mirada siempre atenta. Hace tiempo, demasiado, que no hablaba con él. Una fiesta en Mora, la del Olivo, fue el último encuentro. Hasta el viernes.
Para recuerdo, el primer encuentro con Criado de Val, allá por los primeros años setenta, en un programa de la televisión: De la A a la Z. Presentaba Clara Isabel Francia, guapísima, y yo era parte, con Florencio y Domingo, de un trio de muchachos -que lo éramos en aquel tiempo- que leyó casi a destajo la obra completa de muchos autores en lengua castellana para ir ganando, semana a semana y durante meses, las tardes del concurso. Y cada tarde, cuatro mil pesetas 'de las de entonces'.
Descubrir un plató por dentro, los pasillos de Prado del Rey, la apariencia brillante (blanco y negro los colores de la tele de entonces) de una realidad más que empobrecida, el 'corten' cuando algún 'coño' se escapaba (para ser remendado de inmediato), los azares del caso, la fama del momento (familia y amigos, sobre todo, la gente de nuestros pueblos manchegos y alcarreño) que hasta el París del Louvre llegaría (y recuerdo como si ayer la cara de Nacha, sorprendida, y la invitación de aquel compatriota). Hasta que una mala decisión, que dos son más que uno, confundió las ricas hojuelas de las que bien sabía yo por la propia y dulcísima experiencia de comer todos los años las que hace la prima Julia, con las hijuelas o partes en las que se dispone una herencia. Y perdimos. Tanto, que a las pocas semanas el programa desapareció.
Íbamos en taxi hasta allí, y comíamos en la tele. Lo pasamos bien, y se fortaleció nuestra común pasión por la lectura.
Aquel programa me permitió salir de España. Fue mi segunda vez, que de la primera a Roma -muy distinta- ya contaré cuando haga al caso. Y París el destino, que algo de eso sí he puesto por este cuaderno sin papel.

Don Manuel Criado de Val, doblemente hijo adoptivo, hizo alarde de un discurso claro y lúcido. A sus noventa y tres, y sin papeles, es de celebrar. Después, a la despedida, me confesó que nunca entendería por qué le apartaron de la televisión. Allí se sentía a gusto.
Pepe Sacristán anda contento en compañía de Miguel Hernández. Y prepara la presentación de la novela premiada de su amigo Eduardo Mendoza. También percibí que se encuentra muy a gusto. No hay nada mejor que andar en buena compañía.

lunes, 1 de noviembre de 2010

amén

Amén

Te escribo para decirte que no sé [por qué te escribo ni]
quién soy, cuál es mi nombre verdadero o la razón
de mi extravío hoy. Que no sé
de mis pasos venideros, que ni siquiera si habrá
mañana, que así llaman confundidos al futuro.
Tampoco sé si alcanzarás a comprender entonces el porqué,
poderoso como el fuego, que me lleva a escribirte
cada día, como el comer o el respirar tan necesario
para saber que soy, que estás allí
donde tus ojos atrapan las palabras que mis labios repiten
ahora, cuando escribo. Cuando pienso
que es tan certero el deseo, y tan sencillo, que no querré
ser jamás el amante que bebe de tu cuerpo
los martes a la tarde. Que moriría por ser tu ser, es decir,
tu amor ebrio de ti todas las tardes cada día.
Te escribo y me sé hombre y mujer, pasión, atardecer.
Niebla y luz, azul y amanecer. Melancolía. Tú.

¿Habrá razón más fuerte que tus ojos? Tal vez.
Tal vez la razón de tu boca y tu sonrisa. Amén.

(Maite G. Blanco, en Versos urgentes)
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