Si anteayer -mientras veía Brooklyn, la adaptación al cine de la novela del mismo nombre, esa que provocó la burla de mi afición por Babelia, y pensaba en la soledad sin sosiego del exilio que la nostalgia no hace más que avivar- fue la rememoración de una cena en un pub (nor)irlandés y la herida, tan profunda como gratuita, del desdén y la afrenta por quien yo jamás podía ni pensar siquiera, ayer fue el encuentro, tanto tiempo olvidada, perdida en la timidez de una estantería, de El sur, la primera de las suyas y la primera que el azar me puso en suerte de leer.
Habla también de ese exilio del que jamás se vuelve, del dolor del recuerdo, de la pérdida. Ya no lo recordaba. Y puede que no importe, y que acaso tengan razón los que escriben cuando dicen que siempre acaban por contar la misma historia. Quizás porque son los mismos recuerdos los que vuelven una y otra vez al presente. Esos de los que solo la escritura nos puede redimir.
Hoy, la noticia del nuevo libro, Nora Webster.
foto de Bernardo Pérez |
Lo recordaba todo. Qué quieto e invariable era todo. (...)'
(Colm Tóibín, El sur, Emecé Editores, 2003, pág. 162. Traducción de José Manuel Álvarez Flórez)
Sí, de ese exilio jamás se regresa. Y las pérdidas arden, sí.
ResponderEliminarEl azar a mí me ha traído el recuerdo del hombre que más me quiso, y que nunca me olvidará, es de Pobla de Segur. Rara tarde de sábado muy dada a la nostalgia.
Un abrazo
gracias
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