miércoles, 24 de junio de 2015

60 millones

Se cuentan por cientos de miles
por millones
casi sesenta dicen los periódicos del día
               de su día   hoy   20 de junio
destinado como ellos al olvido tan pronto como pase
y prenda el foco su luz en otras almas.
Sesenta millones
treinta por minuto    cuarenta y tres mil al día
de hermanos y hermanas según este Papa compasivo
de mujeres y hombres niños y ancianos
sin casa ni tierra sin escuela sin sueños.
Sesenta millones
¿y qué tal si los vamos contando de uno en uno
                 uno dos tres cuatro   y así
hasta sesenta millones?
Hay ministros que anuncian que vagan
                devotos muy católicos los nuestros
cual santa compaña respondiendo al reclamo
del que dicen efecto llamada
avalanchas sin respeto de leyes ni fronteras
por más que vallas pelotazos concertinas
por más que ceutas pateras y melillas
                y mares de luz y muerte
inabarcables las fosas donde el silencio duerme.
Sesenta millones
se ven desde el olimpo sus navíos hundirse
sin que toquen sus pies la ítaca del sol de lampedusa
y los ministros   también los no devotos   parecen decir
que con su pan   que les niegan   se lo coman
sin casa sin patria sin hospital sin escuela.
Sesenta millones
sus lenguas babeles confusas y confundidos sus rezos
como idioma común el del hambre y la guerra
los miran los dueños del mundo    profetas redentores del dinero
ministros del negocio de las armas sin fronteras
también sin patria ellas y sin dios   siervas del amo
señor de las reverencias   aquel que las anuncia
y fabrica y multiplica y vende    traficante de miseria
que nunca serán bastantes   
por nuestra propia seguridad.
Buscan sus ojos pan y salud
abrazo descanso
tierra donde sentarse y dormir tras el naufragio
tras el recuento de los muertos del día
sesenta millones de pares de ojos
               negros muchos   más oscuros que la noche
sin nación sin futuro sin nombre
y un mirar de asombro y temor   ojos parias del mundo.
               Refugiados.
Los veintisiete discuten en Europa nuevamente
de cómo repartirse la vida en cómodas cuotas
perdida la memoria antigua del dolor
de arrogancia ciegos   mudos de miedo
los guardianes del fortín se pondrán por fin de acuerdo.
Serán cuarenta mil   no más
los elegidos.

Y la náusea se irá extendiendo hasta habitar los confines de la tierra.

1 comentario:

  1. Es nuestro sello una lanza, nuestro traje ceremonial
    una armadura cubierta de rocío...
    No tenemos frontera, y algunos tampoco nombre:
    no gobernamos, viajamos.

    Victor Segalen

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