Quizás hayan encontrado su fuerza en la quietud y el silencio.
Hemos llegado los primeros. Julio, Jesús y Eladio.Maxi llegará después. Y de a poco se va haciendo más grande el grupo de amigos y de amigas que ha reunido Cecilio al nacer este año de 2014.
Es un viernes, el tercer día del mes de enero.
Cuando me invitan a hablar, leo:
'Estamos en Ocaña, a 9
de Noviembre de 1940.
Me llamo Gumersindo.
Tengo 45 años y he sido alcalde de mi pueblo, La Puebla de Almoradiel. Soy
republicano, y socialista.
Desde mi celda, la
número 16 del Reformatorio de Adultos de esta localidad, le escribo a Pedro, mi
hermano, jornalero como yo, comunista.
“Mi Querido hermano, me alegraré
que al ser esta en tu poder te halles bien en Compañía de Jacinto y demás
paisanos, yo y Críspulo quedamos bien a Dios gracias. Pedro, me dirás si has
tenido Carta de tu familia y qué te dicen en ella y si has tenido Carta de
padre y qué te dicen padre en su Carta pues yo he tenido Carta de mi familia y
están todos bien y me dicen que tenga paciencia, que Dios Con su poder y
nuestro glorioso Caudillo Con su buen Corazón salvarán a todos los buenos
Corazones de España”.
Con Pedro, con el que
me une un lazo más fuerte que el de la sangre, está Jacinto y están otros
paisanos, que somos muchos los que abrazamos la causa de la libertad y de los
pobres. Conmigo está Críspulo, el marido de mi Teodora.
“Pedro, me dijo nuestra Teodora
que a ver si para el día 12 que Comunicamos pides Comunicación Especial para
Comunicar con nuestra Teodora que dice que ya hace 9 meses que no te ha visto y
tiene muchas ganas de verte”,
Nuestra Teodora, y las
mujeres y las madres y las hijas hacen andando el camino para vernos. Solas. De noche. A la
sombra las coloca ahora, en el invierno, y al sol sin piedad de los veranos, el
cura de pistola y crucifijo que pudre su culpa en el infierno. Pero son fuertes
todas ellas, nuestras mujeres, y son nuestros ojos, nuestra voz, nuestros oídos.
“pues yo le escribí a padre el
día 28 del mes pasado y todavía no he tenido Contestación, el día 11 pienso
Escribirle otra vez a padre, tú también le escribes y le dices que hagan lo que
puedan”.
Lo que puedan. La
esperanza que nos queda a los que cada madrugada vemos cómo llega la muerte. El
alma en vilo y en un puño el corazón en la hora eterna de la saca.
“Pedro, pensaba Escribirte para
el día 14 de este mes que es tu cumpleaños pero se me hace mucho el tiempo que
falta sin saber de ti y por eso lo hago hoy. Pedro, me dicen la familia que la
vendimia la han hecho bien y la simienza que la están haciendo inmejorablemente
aunque ya según me dicen está ya terminada. Sin más por hoy, le das Recuerdos a
Feliz y Eutimio y tú recibes un fuerte Abrazo de tu querido hermano que no te
olvida ni un solo momento. Adiós mi querido hermano, escríbeme pronto. Tu
hermano,
Gumersindo
Cicuéndez Arriba
España Viva Franco”
Hoy, cuando le escribo
a mi Pedro, aún no sé que el 19, al clarear el día, me fusilarán en las tapias
de ahí afuera. Con Críspulo a mi lado, juntos en la vida y en la muerte.
Tampoco sé que habrán
de pasar 71 años para que desde Buenos Aires una juez argentina exhorte y pida
a España que por quien corresponda se informe de los jueces que nos condenaron
a muerte en Quintanar de la Orden y de las personas que nos fusilaron.
Nuestros nietos no han
nacido todavía. Cuando lo hagan, serán los nietos de los vencidos. Y habrá
entonces un poeta que escriba para ellos y les diga que ‘estamos en derrota,
nunca en doma’.
Por eso un día
cualquiera, pongamos que el de hoy, cuando os traigan vuestros pasos a estas
fosas, no traeréis escrita en vuestra frente la palabra venganza sino en
vuestro corazón la exigencia de verdad y de justicia.
Es poderosa la llamada de la amistad, y la de Cecilio nos ha
traído hasta aquí esta mañana, para honrar la memoria de Jacinto. Yo, nieto de
Pedro, os saludo celebrando que vuestra voz sea fuerte, porque sabemos que si
el eco de nuestra voz se debilita, entonces sí, pereceremos.'
Terminadas las lecturas, Guillermo, uno de los Quilapayún, venido de Bruselas, canta el dolor hermanado y recuerda la voz profunda de la tierra. Las voces de la tierra, más fuertes que las armas de verdugos que en cualquier lugar del mundo las quieren sofocar.
Sin esperarlo, el amigo chileno le canta a Victor Jara, y suenan, eternas, las palabras de Te recuerdo, Amanda...
Al ir saliendo, llorados mis ojos de todos los recuerdos, me confirmo en que sólo cuando se haga la verdad y estén abiertas todas las fosas podrán empezar a cerrarse todas las heridas.
Ojalá, como dices, se haga esa verdad, aunque por ahora parezca difícil.
ResponderEliminarOjalá los hermanos argentinos nos ayuden a hacer justicia. Les deberemos un favor que nunca olvidaremos, como suele pasar con los amigos del alma.
Nunca en doma y siempre erguidos, amigo mío.
Memoria siempre.
Ya las fosas del olvido gritan su silencio eterno.
ResponderEliminarEse grito que es memoria de los que ni siquiera eran muertos.
Ese silencio descuenta inventarios a la muerte
y espera pacientemente una interrupción.