La lectura es siempre provechosa. También en verano. Sobre todo cuando uno recupera acepciones olvidadas de palabras que algunos quieren que pasen al olvido. Por ejemplo, que lo contrario de ‘público’ no es solo ‘privado’ sino más bien ‘secreto’. Frente a lo que es notorio y claro -por ser público y de todos-, lo oculto, lo que es asunto y negocio de solo unos pocos. Sobre todo, negocio.
Hasta ahora -y estoy seguro de
que lo seguirán siendo- las aguas de Alcázar han sido públicas desde el día en que
unos concejales decidieron que el pueblo comprara con sus dineros -los del
pueblo, no el de los concejales- la que era entonces una sociedad privada que
se encargaba de captar, distribuir y cobrar el agua que usaban -aunque no
todos- los alcazareños. Hicieron pública una empresa que no lo era. Pública, es decir, de todos. Pública, es decir, sin ocultación ni
secretos.
Resultaron más previsores en la
defensa de los intereses de su pueblo aquellos concejales predemocráticos (y los que vendrían luego -elegidos ya por la
ciudadanía- a propiciar lo que hoy se conoce como propiedad social con la participación en las decisiones sobre las
aguas de los trabajadores y los propios vecinos) que estos once de ahora que,
contra toda lógica y razón, y contrariamente a lo que prometieron cuando
buscaban el favor y el voto de sus vecinos, han acordado expropiarnos de lo que
es nuestro -por ser público y de todos- para vendérselo a quien ellos
solos -¡ay, el secreto!- saben.
Porque el resto (de concejales y
de ciudadanos) no sabemos ni a quién,
ni por cuánto, ni por qué ni para qué ni a cambio de qué.
Tampoco con qué legitimidad pretenden
decidir por todos nosotros sin contar con ninguno de nosotros. Porque ninguno,
al menos que yo sepa, estamos en el secreto.
La obligación de quienes
gobiernan es servir a quienes han delegado temporalmente en ellos la gestión de
los asuntos comunes, también a quienes no escogieron la papeleta con sus
nombres. Han llegado para servir, y no para servirse del cargo. Para salir de
él como entraron, sin llevarse entre las manos más que la experiencia recibidada
y, de acertar, el reconocimiento de sus vecinos. Y tienen la obligación de dar
explicaciones, de responder a las preguntas, de contar sus intenciones y de contar
con los vecinos, porque no hay interés mayor ni superior que el bien común de
sus conciudadanos. Para ganarse así la condición de gobierno público, y no secreto.
Y es precisamente de un bien común (tuyo, y mío, y de aquel… es
decir, de todos y de cada uno) del que nos quieren expropiar, el que nos
quieren expoliar. ¿Acaso para mejorar el servicio, para depurar más y mejor,
para bajar el precio, para reducir y racionalizar el consumo, para evitar
pérdidas en la red, para invertir en procesos que añadan calidad, para mejorar
las condiciones laborales y salariales de los empleados…?
Si es eso lo que persiguen,
yerran en la decisión. Porque en ningún lugar del mundo ha ocurrido tal cosa,
sino más bien la contraria, con la privatización y venta de las aguas públicas.
Porque Aguas de Alcázar es un ejemplo
de solvencia técnica y económica, y así lo reconocen nacional e
internacionalmente los que saben de esto. Porque es una empresa rentable.
¿Cuáles son, entonces, las razones? En el pleno del Ayuntamiento al
que asistí no oí ninguna. Ninguna, al menos, convincente. Y mi extrañeza fue a
más al escuchar que las cuentas de la Empresa pasan de unos beneficios
moderados a unas pérdidas cuantiosas ¡de
un año para otro! ¿Porque se ha consumido menos agua, o no se han pagado
los recibos, o hay deudas sin pagar a los proveedores? No: porque, al parecer,
el Ayuntamiento -que es el único acreedor
y debería saber que la administración desleal es un delito- ha optado por cambiar
los plazos de esa deuda consigo mismo
y no abonar trabajos hechos por la empresa. Es decir, que parece haber obrado
deliberadamente para que entre en pérdidas.
En cualquier caso, a los gestores
les corresponde mejorar la gestión de lo que se traen entre manos. Vender es la
salida -falsa y fallida- de los malos gestores, y el reconocimiento de su incompetencia.
Y privatizar (hacer que pase a manos de unos pocos lo que es de todos) es, en
materia de agua, ir contra corriente, cuando hoy en todo el mundo, y especialmente
en Europa, está revirtiendo a manos públicas lo que en decenios pasados se
privatizó. Cuando se ha extendido con más claridad que nunca el principio de
que el agua, un bien imprescindible para la vida, es un derecho básico y
universal que a todos se debe garantizar y que, por ello, debe ponerse al
resguardo de los intereses económicos.
Los ciudadanos de Alcázar, tantas
veces en la vanguardia, no nos podemos permitir ir con el paso cambiado y
retroceder un siglo. No queremos dejar de ser ciudadanos para convertirnos en
clientes. No queremos que el agua, un bien esencial, se convierta en una mera
mercancía.
Porque de eso, del agua como
mercancía y como negocio, es de lo que estamos hablando. Más allá de eufemismos
y de porcentajes engañosos, hasta el más ignorante sabe que un inversor privado
-¡qué gran ocasión, la crisis, para los amos del dinero!- no acude allí donde
no hay beneficio. Y el beneficio sólo se puede obtener de dos maneras: o
reduciendo costes (abaratando el empleo, reduciendo plantilla, bajando la
calidad, no renovando la red…) o aumentando precios (la experiencia más
reciente en España, la de un incremento de entre el 10 y el 40%), o combinando
ambas operaciones.
El del agua es un mercado seguro, de demanda garantizada
porque sin agua no podemos vivir, y sin
competencia ¿Tan difícil de entender es que esos beneficios asegurados se nos ‘sustraerían’ -por no
emplear otro verbo- a los ciudadanos para hacer que se los lleven otros?, ¿y no será mejor que sigan
siendo públicos, de todos? ¿A quiénes
interesa esa trasferencia tan grosera?, ¿qué ganarán con ella?
No a los alcazareños, con total
seguridad. Y todavía quiero creer que tampoco a su alcalde, que entiendo que no
quiera pasar a la historia de su pueblo por dejar un Alcázar más pobre y con
menos recursos que el que se encontró. Por eso le pedí públicamente, y ahora se
lo reitero, que reflexione y rectifique, que se ponga del lado de sus vecinos y
paralice la venta de las aguas.
Solo un consejo final (la edad me
permite, creo, esa licencia). Nunca hasta ahora en nuestro pueblo, ni siquiera
en los momentos económicamente más difíciles, la derecha democrática más
responsable ha sido favorable a una operación como esta, pero sepa el alcalde
que si no cuenta con la suficiente autoridad o el respaldo necesario entre los
más radicales de los suyos para pararla, sí los encontrará entre los ciudadanos
y ciudadanas responsables de Alcázar de San Juan que seguimos confiando en lo
público y no nos fiamos de los amigos del secreto.
Lo tiene usted fácil. Opte por la
trasparencia, y pregúntenos.
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