sábado, 28 de julio de 2012

retazos

'En recuerdo de Amanda.

Anoche me llamó mi hermana I. para decírmelo.

Sonó metálico el golpe. Un martillo en la memoria.
Se escapaban las notas de su chelo por entre las que los otros músicos dejaban caer hasta el escenario en el que un grupo de adolescentes inquietos representaban el Sueño de una Noche de Verano.
Era un pueblo de La Mancha.
Era gente nueva. Gente que empujaba con la fuerza de la savia de la libertad. Ellos no habían conocido otra cosa.
Se notaba.
Era un tiempo en el que enseñar se conjugaba con los verbos incentivar, motivar, despertar. Sí, ya sé, como ahora, pero se ve que yo entonces era más joven y lo entendía más fácil. Ahora me cuesta verlo, porque no me basta con incentivar, motivar, despertar y necesito más comprender, esperar, templar, dialogar. Antes no necesitaba convencer a nadie. Ellos, mis alumnos, Amanda, por ejemplo, ya estaban convencidos. Ya querían. Ya tenían hambre de ser libres, de crecer, de pensar por sí mismos. Ahora puede que siga siendo igual, porque ellos siempre tienen quince años, pero a mí me cuesta.

De todos modos, como sabes, enseñar filosofía siempre tiene recompensas.

Una de las que yo tuve es el recuerdo de Amanda.

Fíjate que hace poco, en un Sanatorio de M. en el que acabábamos de operar a mi hija, trabajaba una enfermera cuya cara me resultaba enormemente familiar. Y ella también me dijo que mi cara le sonaba muchísimo. Enseguida supimos que había sido alumna mía en el Cervantes. Para confirmarlo le dije, "Sí, claro, tú ibas a clase con Amanda N., aunque no, porque tú estabas en ciencias". Y ella no supo decirme, porque no se acordaba bien, pero como yo no me acordaba bien de ella. En fin, un lío. 

Pero que me di cuenta de que el anclaje en mi memoria de aquellos días era la sonrisa de Amanda, su humanidad.

Siento mucho su muerte. No hace falta que te lo diga. Quizá te duela más verlo así escrito. Lo siento y siento mucho tener que escribirlo. Me duele solo imaginar el dolor que P. y tú debéis sentir. Compartirlo -todo hay que compartirlo, Pedro Pablo, ya lo sabes-, sufrir entre muchos ese dolor, no lo hace más pequeño, porque lo infinito no se puede dividir, pero compartirlo es un modo de hacerlo humano, si es que un dolor tan inhumano se puede en algún sentido humanizar.

Hace poco me decía una compañera de Compensatoria que el secreto con los chicos gitanos es quererlos. Es algo que ya sé desde hace mucho tiempo, que el secreto con la gente es quererla. Yo ya hacía muchos años que había hecho de ese ejercicio un modo de vida. Empecé en Alcázar. En el Cervantes, aprendiendo con chicos como Amanda que el único modo de ser feliz es querer a los demás. Yo quise mucho a mis alumnos. Quise mucho a Amanda, porque ella también supo querer todo lo que su profesor de filosofía le iba colocando en los pocos estantes libres que quedaban en su bien amueblada cabeza.

Recuerdo su letra en aquellas libretas de papel cuadriculado.
Recuerdo sus ojos atentos a cualquier idea que volara libre.
Recuerdo su sonrisa, que lo ocultaba todo.

Un abrazo muy fuerte desde L. y que sepas que en estos momentos tan duros en lo profesional a nivel personal (me han contado lo de tu plaza en el Cervantes) y colectivo, y tan (no hay un adjetivo para esto) en lo personal, yo, a pesar de los años y de la distancia, diré que Pedro Pablo N. es mi amigo y una de las mejores personas que he tenido el privilegio de conocer.

R.G.'

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...