martes, 8 de julio de 2025

Jerónima (que santa no la quiso dios)

Si eres mujer y casada y naces y vives en el siglo XVI tienes cegada tu ambición y cerrado tu presente hasta la muerte, al cuidado del marido y de los hijos y, si eres de hidalga condición, bien atendidas las atenciones que la religión requiere. Y reprimidas, si las tuvieres, o sublimadas cuando tu ser fémina te enseña tus límites, las ensoñaciones.

Quizás por eso Jerónima, que adoptó el apellido de su madre y pasó a ser De la Fuente, ingresó en el convento toledano de Santa Isabel de los Reyes y tomó los hábitos de las franciscanas clarisas. Tenía 15 años por entonces y pudo así ser mujer y suya y, pasados 28 años de servicio conventual en menesteres bien diversos, dar rienda suelta a su ambición de ser y de notoriedad y solicitar, fraile/hombre mediante, la gracia y autorización de marchar a Manila. Su norte, el de la fundación: fundar, crear, construir… un convento para novicias y profesas en su día. Un tema, el de la fundación, que es empresa de mujeres fuertes dadas a la consagración religiosa. Esposas de Cristo y de nadie más, por más que esté presente por doquiera que ellas van ese erotismo difuso -y difundido- tan bien contado en literatura por esas mismas mujeres que mueren porque no mueren.

Monjas ‘madres’ y esposas que dialogan con su esposo-dios y hasta le reclaman el premio de la santidad que bien saben ellas que sin duda se merecen. Y ese dios, en la mente bien armada de María Gómez-Comino Mata, la autora de esa re-creación llamada ‘Jerónima’, tiene el acierto de ser hombre y mujer a la vez y simultáneamente, que así se nos manifiesta en la voz/voces en off desdoblada(s) que reprocha(n) a la toledana su terquedad en la reclamación. Ella quiere ser santa y lo exige. Lo reclama porque se lo merece, en una espera eterna en la que se ayuda de una Mahou fresquita (hacía calor en el patio del palacio de la representación) y una bolsa de chips crujientes.

¿O es que no tiene mérito partir a las Filipinas con los 65 cumplidos, que serían hoy quizás más cerca de los 75, con ambos pies ya en una de esas residencias para monjas espiritualmente jubiladas, en una travesía de más de un año?  ¿O es sin mérito echarse a la mar océana rodeada de ‘galeotes, piratas y prostitutas’ con algo menos de una decena -en la obra son tres, que María sabe de economía escénica- de hermanas en la fe y en la profesión, cronista incluida? ¿Acaso no es meritoria la tozudez jerónima de cobijar en su convento a todo tipo de jóvenes, sustrayéndolas así a la tiranía del débito conyugal y la obediencia fiel al jefe señor y marido? ¿O saber que embarcarse en misión era una decisión sin posible marcha atrás y sin retorno posible por voluntad de nuestro señor Felipe II?

María Gómez-Comino, pura fibra emocional, nos ha recreado -fue un auténtico recreo- con las secuencias no secuenciales de una vida actual de hace más de cuatro siglos con el acierto ideológico, lingüístico y teatral de mezclar nuevo y viejo y de fundir en uno varios géneros dramáticos y hacerlo con ritmo y buen pulso de autora-directora sin ahorrarnos la inclusión del tecno en la polifonía musical que se les supone a las sucesoras de Santa Clara. Ni siquiera el gag del bingo para el que no pocos espectadores habíamos dispuesto los cartones, insuficiente el crowdfunding del cepillo para atender a las muchas necesidades financieras de una fundación extracomunitaria. Que no es un acierto menor llenar de humor y guiños de actualidad un asunto tan de nuestro barroco, prólogo del abastecimiento hoy de jóvenes novicias llegadas de las que antaño fueran colonias para nutrir los conventos -y sus obradores- ayunos de vocaciones nativas.

De ambición, amor, traiciones y rebeldía la historia bien contada, ágiles los diálogos, medidos los monólogos, las pausas a su tiempo. En un escenario austero de acero frío que bien se compadece, bidones de atrezzo incluidos, con el voto de pobreza y la reclusión de la clausura, que los restantes dos bien parece que se pueden desatender. Y de cuando una presencia en El Prado, Velázquez mediante, puede competir en memoria y eternidad con una vaticana elevación a los altares. ¿O -palabra de dios- te parece poco?

Y sí, María. Esta última es, quizás, de todas cuantas imágenes nos mostraste, la de más alta irreverencia. O al menos a mí -que escribo esto para agradecerte el buen rato y el placer que me regaló tu inteligencia- así me lo parece. Del incensario ya hablaremos otro día.

 

** Jerónima se estrenó a las 22:45 h. del 7 de julio en el palacio de los Villarreal de Almagro, con ocasión del Festival Internacional de Teatro Clásico.

martes, 1 de julio de 2025

Trece

Allí
a la sombra vacilante e imprecisa de la parra
tormentas los días pares
las calores descendiendo hasta tocar
la sobreabundancia vegetal de los dos patios
la fuente muda
        el surtidor callado y quieto
y lentas glotonas al acecho
salamanquesas a la noche
avispas a la tarde y dos
saltamontes copulando
mientras recojo las pámpanas caídas de mi mano
Aquí
te sueño en tanto y como allí
roto el silencio trunco con el rodar radiofónico
del rastrillo de una cárcel
        y llegado
el recuerdo lunar de gatos en vaivén
el insufrible martilleo y tenaz
de la misma ronca y venenosa fantasía
No es buen día para sueños
es verdad
nunca será el de hoy ningún buen día
a salvo la memoria de tu chelo
tu bondad siempreviva y tu ternura
Si verdad fuera
que hay un lugar feliz donde todo se sabe
amor
entonces la vida y tú negación certera
de la muerte
del tiempo
donde trece no son más que aquel primero
cuando juntos te dejamos ir
para tenerte de continuo con nosotros.
Si fuera verdad
que hay un lugar feraz donde los dioses platican
diles amor   yo te lo pido
        por tu alma de maestra generosa
que no dejen de mirar los ojos grandes
y aterrados
de la niña que llora 
        en Gaza
abrazada al cuerpo ahora cadáver de su padre.

 

 

miércoles, 7 de mayo de 2025

Duz y Gigüela, y un bautizo

Me peleo todavía por el nombre, y hasta pensé en llevar siempre en el coche un botecillo de pintura y actuar. Actuar añadiéndole un guion a la C hasta convertirla en G y reparar así la confusión que causó la Enciclopedia Álvarez trabucando en Cigüela el nombre verdadero de mi rio. Y todo porque aquella confusión ha llegado hasta las carreteras de esta tierra nuestra, donde se alternan los carteles que anuncian la presencia del Gigüela señalándolo ora con su denominación correcta, ora con aquella otra que lo desvirtúa y desquiere. Cuestión de entender cómo la tipografía puede desmerecer una biografía.

Y es que yo nací en el Gigüela, y en él me crié. Y en sus aguas quise aprender a nadar agarrado a la porra desde la que mi abuelo Pedro sacaba a mano cubos de agua con que regar la panjía: mis tíos, luego, compraron un piva. Aprendí allí a tapar y destapar el reguero de agua fresquita de modo que cubriera todo el laberinto de geometrías de las que brotaban más tarde tomates, pimientos o judías, las patatas en una esquina: mi tío Nemesio sembró luego maíz, y era otra la panjía y eran otros los tiempos.  

Allí los cangrejos, antes de que los americanos se comieran todo lo demás, y los pececillos que en las aljibes nos libraban de otros bichos: sabían a cieno si los guisaban. Y las cangrejeras con mi padre, que decían reteles. O los trasmallos de cuando antes. Y los lucios después. Y después nada, casi desde que cambiaron el caz y hubo luego un caz nuevo.

Ya ni cangrejos, ni molinos harineros, ni vados donde bañarse los chicos a escondidas en las siestas y las madres o las tías en los domingos, raros, de echar merienda y trajes de baño que eran más trajes que prendas para el baño, púdicas siempre y recogidas en el Zurrón. De vados, ni los de lavar la lana que hay boda ni los de quitar el mosto a seras, lonas y espuertas.

Por eso me place que nos venga en poco un bautizo especial, sacramento de agua, con que poner de largo en los escenarios a nuestro querido rio añorado, crecido en estos días. Así se llama la obra, peculiar, que nos regalan quienes aquello no lo llegaron a conocer si no es por conducto y amor de las abuelas ya no al amor de la lumbre: Bautismo del Gigüela. Que es, en sus ojos, tradición y memoria y son de sonar, música y olor, vendimia y fiesta. Colores y cultura, sabores, cultivos y presente, letrillas. Y reivindicación sin nostalgia. Un collar de recuerdos propios y ajenos.

Son jóvenes el autor, el actor y los músicos-actores. Y hasta han tenido la osadía alegre, Elisa y Javier, de ponerle Duz de nombre al dúo que los lleva por el mundo. Duz como las gachas de duz o el arroz con duz o mismamente el paloduz, con esa sonoridad altanera del monosílabo traído directamente de Cervantes, más ítalolatino el más usual de dulce. Lo mismo que caz y cauce.

Alberto resuelto en Ángel, y Sergio poniendo las palabras, completan el cuarteto que hará que el Día de la Región se adelante hogaño a la víspera. Será por mayo, casi a finales, cuando llenemos el teatro Emilio Gavira de Alcázar de San Juan, que la criatura tendrá padrinos, y padrinas, a miles. Será en esa Mancha manchega de mucho vino y ahora ya menos tocino, tenaza del colesterol, donde habremos de asistir al bautizo del Bautismo del Gigüela en el que Albacete y Pozohondo se suben a las tablas y se pone de estreno, como moza en domingo de feria, La Puebla de Almoradiel.

Prometiendo, buenos padres de pila, que seguiremos trasmitiendo como hasta ahora la fe, que es aquí más compromiso que confianza, en nuestro porvenir. Y, quién sabe, hasta nos dé por cantar. Y por bailar.

Allí nos vemos. El 30 de mayo.

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