lunes, 1 de julio de 2024

Doce

Son muchas las voces que se alzan
advirtiendo
de cómo el mundo está cambiando.
Aprisa, dicen,
que está casi al llegar su decadencia
final y sin remedio
confundidas verdades con mentiras
maltrecha la piedad y encumbrada la codicia.
Por doquier odio y dolor
                                                  y rabia.
 
No es ese el nuestro, amor,
el que juntos soñábamos entonces,
y apenas si alcanzo en el revuelo
a escribir algún verso torpe en estos días
de azul y de sol y de añoranza
cuando se llega el verano de tu ausencia.
 
Son muchos ya los años que te escribo
sin otro consuelo que contarte
cómo sigue la vida entre nosotros,
de una nueva familia en Barcelona y un piano
que nos canta las fechas señaladas
de un Pedro convertido en pedagogo y de Teresa
las nuevas alegrías
que compartes y celebras a la espera
de un Londres abierto de nuevo a la esperanza.
 
Sabrás que no te han olvidado
tus amigos
y recuerdan tu sonrisa luminosa y ancha
-nosotros también en tu pelo la lluvia-
la dulzura de tus ojos y el amor
por aquellos que fueron tus alumnos.
Suena tu chelo en Transilvania con Duz y esas canciones
que fueron nanas en los brazos de tu abuela.
 
Y aquí nos tienes
sin ti y siempre contigo, en pie
sabiendo que la vida es mejorable
y que se pueden cambiar los designios más funestos.
Somos más la gente buena
la que pide la paz y la palabra.
Si no se paró el mundo el día
en que tus ojos se cerraron
nunca ya se detendrá
ni vencerán
                        ¿te acuerdas de Gioconda?
los portadores de falsas profecías.
 
Descansa, amor, y no lo olvides.
Seguimos en pie.
                                    Y te queremos.

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