domingo, 31 de enero de 2010

Miguel, de amor y aldea

Pastor, poeta y aldeano. Lector, cosmopolita, enamorado. Miguel canta al desamor como ninguno, con la fuerza que le da su voz enamorada, y criba con acierto y acierta a describir con nervio y con soltura la emoción del triste, el vaivén del alma que no encuentra reposo por más que anhela el sosiego.
Antonio me regaló en una nota otra de sus virtudes -las de Miguel, se entiende- menos aparentes: la de la espera. Que, más que resignación, es esperanza y calma. Un silbo, esta vez, de afirmación, aún no vulnerado.

Yo sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía
esquiva, cejijunta y desolada.

Lo que he sufrido y nada, todo es nada,
para lo que me queda todavía
que sufrir el rigor de esa agonía
de abocarme y ver piedra en tu mirada.

Me callaré, me apartaré (si puedo),
con mi pena constante, instante, plena,
a donde no has de oírme ni he de verte.

Me voy, amor, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena.
Adiós, amor; adiós hasta la muerte.


(De El silbo vulnerado)

Lo que haya de venir, aquí lo espero
cultivando el romero y la pobreza.
Aquí de nuevo empieza
el orden, se reanuda
el reposo, por yerros alterado,
mi vida humilde, y por humilde muda.
Y Dios dirá, que está siempre callado.


(De El silbo de afirmación en la aldea)

lunes, 25 de enero de 2010

y de nuevo, la luz

y la sonrisa tuya es más que tu sonrisa:
amanece sin sombras la alegría del mundo.


(Ángel González)

memoria, olvido


Memorias. Ayer se cumplieron 33 años (¿os acordáis, los más mayores, de aquello de 'la edad de Cristo'?) de los asesinatos de los que eran y serán ya para siempre nuestros camaradas de Atocha. Treinta y tres años ya de aquella noche tan larga, preludio del estallido sereno de solidaridad, de emoción contenida, de dolor, de aquel entierro en el que tanto pueblo, todo el pueblo, rindió homenaje y gritó en silencio agradecimiento.
Manuel Rico, poeta con compromiso, recuerda a dos de aquellos en la última entrada de su blog. Felipe trae hoy a la memoria la de Enrique Ruano. Y es inevitable que se nos vaya el corazón a Lola, doblemente viuda. Y a Paca Sauquillo -¿te acuerdas de aquel acto exigiendo justicia para con el 23-F, cine de San Diego, Vallecas?-, premio Abogados de Atocha de Castilla-La Mancha.

Memorias. La del Holocausto. Seis millones de horrores, seis millones de mujeres y de hombres de todas las edades, niños también, y ancianos. Centenares de miles de horrores. Judíos, gitanos. Con ellos, nuestros republicanos, comunistas, socialistas, que combatieron el horror (y un triángulo rojo en mi solapa en su recuerdo). Probad a contar, uno a uno, seis millones. Y la infamia, casi inefable, se hace insufrible.
El jueves, en Madrid, dolor y emoción y memoria. Conmemoración y homenaje. Jaime Vandor, vivo entre nostros, y el nieto de aquel cónsul español en Budapest que es la memoria más noble de una España entonces negra encienden juntos una luz que es recuerdo y esperanza. Y el recuerdo se enreda en otras emociones y camina las calles de Bruselas, museo judío, Capa, amor.
Dentro de unas horas les leeré a los alumnos del Instituto de mi pueblo aquel verso inolvidable de Cernuda, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Y les hablaré de la necesidad de la memoria (con Éluard, poeta del amor, que nos reclama: 'Si el eco de su voz se debilita, pereceremos') y de la única nostalgia que nos está permitida.

Memorias. A su encuentro fuimos, el viernes, mis hermanos y yo. Un cuartel militar. Una memoria terrible de expedientes y legajos. El papel amarillento, la tinta azul y negra de las condenas. Setenta años de silencio.
Pero esa historia es de otro día. Pedro, mi abuelo, dignidad.

La memoria, que es personal, que es colectiva, es el antídoto contra la infamia y el horror. Es la puerta del futuro. Sin memoria de lo que fue no somos, sin memoria de lo que ha de ser nunca seremos.

La mejor estrategia de la memoria es el olvido. Lo he leído en algún sitio. Ni siquiera sé si es una buena estrategia para poder vencer a la noche oscura en la que queda, a veces definitivamente, prisionera el alma. En esa noche en la que de amor morir podemos.

sábado, 23 de enero de 2010

Gigüela


Es verdad: la belleza duele. Más si restalla, deslumbrante, en la noche oscura.
Es verdad también la identidad -que no es sino redundancia- entre agua y vida. Agua, principio y razón de todo: 'de todo lo que vale', lo aprendimos del viejo Tales, porque 'donde hay agua hay vida'. Lo tenemos que gritar aún, más de dos mil quinientos años después, con la fatiga que produce, a los años, tener que seguir luchando por lo evidente.
Belleza, verdad y vida. Atrapadas en el alma de la foto de Calata (¿de qué está hecha tu mirada, Miguel, para que así nos regales?). Atrapadas en mi memoria de niño que crece mirándose en el rio, antes incluso de saber su nombre. Gigüela.
Por más que la ignorancia llegue a todas las linotipias, Gigüela.

jueves, 21 de enero de 2010

epifanía

La tierra tiembla de nuevo en Haití y se desvanecen las últimas esperanzas de los más optimistas. Y la derecha de aquí -las derechas- va mostrando poco a poco su verdadera cara: en el asalto al poder no cabe la piedad, tampoco -si falta les hiciera- la justicia ni el decoro. Dame tu voto, que -de paso- te arrebataré tu dignidad.
Siembra la discordia y alimenta las raíces del odio. 'No cabemos todos', dicen, y vuelven a señalar con el dedo al otro, al distinto, al forastero, al menesteroso: al emigrante. Dirigentes sin memoria.
Ni salud ni educación, ni el pan ni la sal. Sin papeles, hombres y mujeres sin patria ni padrón, menos que anónimos, borrados del presente y de la historia. Ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos.
Protectores de la vida y la familia.
En la noche oscura mi alma desea tan sólo que nuestra bendita España no tenga que lamentar el largo y escandaloso silencio de las buenas gentes en el que se suele incubar el huevo de la serpiente.
Y es el tiempo de que las conciencias cristianas, a derechas e izquierdas, den un repaso a las obras de misericordia (dar de comer..., dar de beber... dar vestido, dar posada...). ¿O han dejado ya los pobres de ser bienaventurados?
Ansioso estoy de oir la voz de los pastores de todas la Iglesias.

miércoles, 20 de enero de 2010

noche oscura

En la noche oscura el alma se templa, a veces, y se ilumina. Es capaz de negar evidencias y de tratar de confundir certezas. Busca siempre, al fin, el bálsamo de la esperanza.
¿Y si estuviera, como piensas, en la poesía?

Corazón de leona
tienes a veces.
Zarpa, nardo del odio,
siempre floreces.

Una leona
llevaré cada día
como corona.


(Miguel Hernández,
Cancionero y romancero de ausencias)

viernes, 15 de enero de 2010

caridad

"... si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.
... si no tengo caridad, nada soy.
... si no tengo caridad, nada me aprovecha."

(Primera Epístola a los Corintios, 13 1-4)

¿Por qué tantos pastores de la Iglesia católica española, más preocupados por el nasciturus que por el moriturus, dan la espalda a la caridad, al amor?
Agustín de Hipona dejó dicho que donde no hay amor no cabe la justicia.

jueves, 14 de enero de 2010

haití, vic

Haití,
cuando la fuerza de la naturaleza muestra y multiplica la desigualdad.
Vic,
cuando la infamia de los hombres trata de ocultar su indignidad.

domingo, 10 de enero de 2010

nieve y alegria

Nieva 'mansamente y sin parar'.
Antes de la nieve, la alegría.

Fue la primera vez de la alegría
la sola vez de su total imagen.
Las otras alegrías se quedaron
como granos de arena ante los mares.


(Miguel Hernández,
del Cancionero y romancero de ausencias)

viernes, 8 de enero de 2010

creando escuela (y una sonrisa)


No recuerdo exactamente cuándo, pero sí que andábamos (Tomi y yo) buscando una frase -un slogan, vaya- que pudiera aparecer en los papeles diversos y en los actos que programáramos desde entonces en la consejería de educación. No fue difícil dar con ella, y después lo hemos vuelto a hacer, y hemos encontrado otros, con otras (¿verdad, Ana?) que han ido jalonando diez años de trabajo.
Si cuando quisimos definir qué era para nosotros la educación dimos con ésa que dice que 'La educación es la base de la igualdad', que tanto me gusta (y les gusta, sobre todo, a quienes nos visitan de fuera) y que me da la bienvenida todos los días desde el hermoso vestíbulo de la casa donde trabajamos, aquella otra que quiso contar lo que hacíamos fue 'Creando escuela'.
Creando (y apostando por la creatividad y por la innovación con todos), que no haciendo, que se parecería más bien a esa tarea, bien distinta, de buscar seguidores, de querer devenir ejemplares, de pretender la distinción por una vía poco adecuada. Ya nos distinguía el predicar, y hasta con el ejemplo, que queríamos que la educación sirviera de herramienta para trabajar por la igualdad.
Aunque no se cumplían ayer (el calendario administrativo quiso que el inicio tuviera lugar el primer día del año 2000), sí quisimos celebrar, de vuelta de las vacaciones navideñas, los 10 años de ese andar 'creando escuela' con un acto sencillo -más bien un encuentro- con una representación de quienes han sido los protagonistas de esos diez años. Alumnos y alumnas, profesorado, familias.
Un encuentro que fue ocasión para hablar de educación (que es, sobre todo, hablar del futuro) con el Presidente de Castilla-La Mancha. Y estuvo bien José María Barreda, que ha empujado en estos años como un enseñante más, que lo es.
Diez años pueden traer muchos recuerdos (y ya se sabe que el recuerdo no es sino algo que fue y vuelve ahora a pasar por el corazón, acompañado esta vez de la emoción), y esos recuerdos vinieron durante el encuentro a acompañar el presente y, claro está, a convertir casi en certeza el presentimiento de que llega la hora de armar el futuro en otros horizontes.
La intervención de un alumno, además de la constatación de que se pueden tener ideas muy viejas -ojalá y sean prestadas, que no propias- en cabezas muy jóvenes, me llevó a reiterarme en que ésta de educar es tarea y oficio sólo para optimistas (no confundir, favor que pido, con ingenuos). Una tarea que prospera cuando se entreteje la confianza del maestro en la capacidad de aprender del alumno -y en su propia capacidad para enseñar y educar- con la confianza y el respeto del alumno que se sabe capaz de aprender -y respetado a su vez y ojalá que también querido- en quien le acompaña y ayuda en esa aventura sin igual, y con la confianza, el reconocimiento y la exigencia razonable de las familias en los maestros y en los profesores de sus hijos.
Me acordé -que hubo tiempo para mucho- de cómo tenemos que seguir porfiando en el empeño por derribar algunos ídolos (sir Francis Bacon, preilustrado, nos previno) de esta tribu tan especial que sigue pensando que la educación, más que una multiplicación de oportunidades, debe ser una carrera de obstáculos. Y si pueden ser grandes, casi insalvables, mejor. Que caigan muchos, que sean apartados: al final, ni ejército de mano de obra de reserva, ni siquiera esclava legión serán ya.
Piensan éstos que, triunfantes ellos, siempre serán los otros los que caigan.
Optimistas, que no ingenuos. Y que busquen los pesimistas otra profesión.
Y llegó, además, la sonrisa que esperaba desde la víspera. Discreta. Efectiva.

Hoy, ya con Miguel, el encuentro de ayer es recuerdo y memoria. Y, al pasar por el corazón, emoción y nostalgia:

No puedo olvidar
que no tengo alas,
que no tengo mar,
vereda ni nada
con que irte a besar.

(De Cancionero de ausencias)

martes, 5 de enero de 2010

Miguel, víspera de Reyes

Hay tardes en que el mundo parece hundirse, y se alza tan honda la tristeza que sólo la ilusión y la esperanza presentida de los niños alcanza, como bálsamo inocente, a serenarla.
Como Miguel, el niño poeta con abarcas de pastor, que también soñó con un seis de enero diferente.


LAS ABARCAS DESIERTAS

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
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