jueves, 27 de octubre de 2016

investidura


Ahora, más que nunca
se creían valiosos.
Orígenes y duelo
de toda una pasión, de verdadera prole
de asesinos, de manchas
en la pared, donde la lluvia
consolidó el disparo
o vocerío entre las aguas. Polvo
de amor; de lo que ellos llamaban
amor.

Se creyeron tan dignos,
tan magnánimos jueces
de una historia aprendida en cartillas de escuela.
Fuera como si otros, alguien,
desde arriba, de lejos, de las nubes
hubiera hecho el papel de intermediario
alzando
tanta miseria,
echándola a voleo sobre las cabezas.

Y cuando aquella historia
definitivamente acaeciera
otra resucitaría. Y serían ellos
los que yéndose al muro de las lamentaciones
volverían a hablar
de su origen y de sus emblemas
sin que nadie les escuchara.

(Agustín Delgado, de Nueve rayas de tiza, 1968)

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