viernes, 30 de noviembre de 2012

infractor

(...)

Mi propia profecía es mi memoria: 
mi esperanza de ser lo que ya he sido.

J.M. Caballero Bonald

lunes, 26 de noviembre de 2012

natación

Apariciones

Posees el gozo de su risa
pero debes saber que partirá.
Te inunda su alegría,
te ilumina su rotunda carcajada
con una luz muy dulce,
pero no ignores que se irá.
Ella fluye,
ella es un líquido que detesta estancarse,
ella es un pájaro que anida y emigra,
ella se irá.
Ella se irá y te dejará una marca de amor
que solamente curarás con su regreso efímero.
Entonces la verás de paso
y será como tropezar con el sol de la mañana
descubrir de nuevo su alegría,
nadar en ella
plácido
hasta un próximo encuentro inesperado.

Darío Jaramillo, en Cantar por cantar.

jueves, 22 de noviembre de 2012

chelos



cecilia (in trastevere)

Para no andar el camino a tientas, para que nunca  nos sorprenda el día después diciendo no puedo más, aquí me quedo, me regalaste ayer las notas mudas de tu chelo. Hoy yo a ti un poema encendido.
De luz para senderos en tierras de penumbra, donde poder decirte que es verdad que estamos en derrota, nunca en doma. Donde decirte la verdad más honda: tu alegría.

Lo que no es sueño

Déjame que te hable en esta hora
de dolor, con alegres
palabras. Ya se sabe
que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,
curan a veces. Pero tú oye, déjame
decirte que, a pesar
de tanta vida deplorable, sí,
a pesar y aun ahora
que estamos en derrota, nunca en doma,
el dolor es la nube,
la alegría, el espacio;
el dolor es el huésped,
la alegría, la casa.
Que el dolor es la miel,
símbolo de la muerte, y la alegría
es agria, seca, nueva,
lo único que tiene
verdadero sentido.
Déjame que, con vieja
sabiduría, diga:
a pesar, a pesar
de todos los pesares
y aunque sea muy dolorosa, y aunque
sea a veces inmunda, siempre, siempre
la más honda verdad es la alegría.
La que de un río turbio
hace aguas limpias,
la que hace que te diga
estas palabras tan indignas ahora,
la que nos llega como
llega la noche y llega la mañana,
como llega a la orilla
la ola:
irremediablemente.

Claudio Rodríguez, de  Alianza y condena

domingo, 11 de noviembre de 2012

escuela

Mi abuelo era comunista, y perdió una guerra. Mi madre era una niña, y por la misma causa perdió la escuela.
Uno de los ganadores, cuyo nombre mi madre no recuerda, con un listado de nombres en la mano le dijo a la puerta de aquellas 'escuelas de la villa' que ella no podía seguir yendo allí. Con el valor, supongo, que le daban a la par el azul y el correaje para asustar a una niña.

María tenía once años y a su padre en la cárcel. 'Tú ya no puedes venir aquí. Tu padre está donde están los criminales'.
Me lo dice esta tarde de lluvia mientras ve cómo preparan un examen mis sobrinas, sus nietas. Mientras me pregunta por la edad de mis alumnos y se le llenan los ojos de agua.Tanto tiempo después, y llora como lloró aquel día, al contárselo a su madre.
Mi madre no fue a la escuela desde entonces. Se la negaron.

Doña Catalina, su maestra, de la que habla con respeto y a la que todavía recuerda y quiere, solo pudo decirle que 'quien manda, manda'. Y la dejó ir.
A mi madre la despojaron de su derecho, pero aprendió a escribir para que no le faltaran sus cartas a mi abuelo.

Las nietas mayores de María, mis hijas, quisieron hacer de la enseñanza su profesión. Y ser militantes, las dos, de la escuela pública. Común y universal, laica, gratuita.
Quizás Amanda se haya ido sin conocer esa historia, la de la infamia que condenó a tantas abuelas. Sí supo, sin embargo, de la que depuró a tantos maestros. Historias diferentes, hijas de la misma indecencia.
Paula la leerá cualquier día de estos. Y entenderá mejor por qué siempre he querido felicitarlas especialmente a ellas cuando las he visto asistir emocionadas y orgullosas al acto de graduación de sus nietas.

Mujeres de una pieza, testigos de la vergüenza de unas gentes y de unos tiempos que yo no quiero olvidar.
Porque no quiero que se repitan.

viernes, 9 de noviembre de 2012

jueves, 1 de noviembre de 2012

lalia

Por esa manía, que ahora desuso, de colocar en cada libro el nombre y la fecha -mes y año-, ahora sé que no había cumplido los veinte cuando compré ese Lalia. Ensayos de estudio lingüístico de la Sociedad que me deslumbró, y que fue la causa -el maestro malgré lui me afearía el doble apelativo: ni él maestro ni la causa otra cosa que ficción patriótica- de que encaminara mis pasos y mi curiosidad intelectual de entonces por esa doble senda, tan aparentemente excluyente en aquellos tiempos, del marxismo y la filosofía del lenguaje. Hasta hoy, que me afano en seguir haciendo del lenguaje herramienta de desvelamiento y de placer... y de los restos del marxismo -ay, cenizas tan vivas- vislumbre de emancipación.
Su autor, el maestro de marras, ha muerto hoy. Agustín García Calvo, que fue parte de esa trinidad de profesores -cuatro, que a él y a don Enrique Tierno Galván y José Luis López Aranguren se les unió José María Valverde, que no puede haber estética donde no hay ética- que plantaron cara a la vieja y esclerótica universidad franquista.

(Años después, muchos años después, tuve la oportunidad y el honor de dar la bienvenida al profesor Aranguren el día de su reingreso a la universidad. Aquel viejo edificio A, el de tantas fatigas en el tiempo, con su hall presidido por una gran pancarta del Partido saludando su regreso, y exigiendo la amnistía)

Lalia tiene capítulos de título tan sugerente como El fonema y el soplo, Sobre la Realidad, o de las dificultades de ser ateo, De la cerveza, la poesía y la manipulación del alma, o 'Estar en la luna', o sobre las funciones de la mística y la magia.

Y dice cosas como ésta:

           23. Niégalo pués, oh tú, negación mía. Pues tú en ti mismo puede que no seas sino vano tema de la teoría, frívolo entretenimiento de intelectuales, ya que por esencia estás vacío. Eso tú, sí, pero tu ausencia en cambio... Escribiendo estoy yo solo aquí en mi cuarto, y esta falta de tí ¡cómo es real y grande! 

              (cap. XI, Tú y yo, pág. 312)

respira



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