domingo, 29 de noviembre de 2009

y van más veintes

Veinte años sin Pci, aquél gran partido de pensar en grande: Ingrao, Berlinguer, Ochetto, y antes -y siempre- Gramsci.
Veinte años sin Leonardo Sciascia, que fue un tiempo diputado del Pci. Una lección moral. Y magistralmente escrita. Probad cualquiera de sus libros. ¿Y empezar con la delicia de los relatos de Il mare colore del vino?

de educación: autoridad y fracaso

Uno. En lugar de hacer de la educación una multiplicación de oportunidades, se empeñan en que debe ser una carrera de obstáculos. Y se alegran cuando alguno cae. Más, si ese uno no se levanta. Engordan así el porcentaje del 'fracaso'. Y sonríen satisfechos: ése es su éxito.
Pertenecen a la estirpe de los que quieren borrar del mundo cualquier sombra de felicidad o de placer. Si no es con sufrimiento, al parecer no tiene mérito. Lo sabemos de antaño: la letra, mejor con sangre.

Dos. Una cuarta parte de los alumnos y las alumnas de nuestra educación secundaria no alcanzan el título de graduado (un elevado porcentaje porque han suspendido algunas -tres o más- de las materias que estudian). Son, para esos mismos de antes, el 'fracaso escolar', los fracasados.
¿Y acaso no es más oportuno -y más justo- pensar que después de diez años, al menos, de escolarización son muchachas y muchachos competentes en muchas y muy diversas competencias?. ¿Acaso no sería más deseable que, en lugar de cerrarles todas las puertas -triunfo final del obstáculo que trunca la carrera-, pensáramos en reconocerles esas competencias suyas, y aprovecharlas?

Tres
. Tienen dieciséis, diecisiete años. No titulan. No pueden continuar (o tienen que buscar algún agujero en la coraza, o esperar a tener más años). ¡Lo tienen más que merecido!
Aquella chica despierta, por ejemplo, que no hizo bachillerato -escribía muy bien, y quería estudiar literatura- porque alguien dijo que con él no aprobaría nunca las matemáticas (y no las aprobó, claro).
¿Tiene alguien derecho a clausurar la vida a los dieciséis? ¿Se puede saber en nombre de qué?

Cuatro. He conocido a decenas de alumnos que sin mucho esfuerzo han hecho carrera. Y a otros muchos esforzados que no lo han conseguido. De otros tantos decimos que no hacemos carrera de ellos. ¿Se trata de esfuerzo?

Cinco. Sin autoridad no hay formación. Sobre todo, sin la autoridad de padres y maestros. Algunos, sin embargo, pretenden hacernos creer que la consideración legal de autoridad pública (que no les vendría, en todo caso, de su ser maestros sino por su condición de funcionarios) añadiría autoridad a quienes la entienden mermada cuando, en realidad, vendría tan sólo a incrementar la pena: de falta a delito, de infractores a delincuentes. De la educación en la convivencia -con sanción si es precisa, y autoridad- al derecho penal.
Los más cínicos, que lo saben, me dicen: 'Así se lo pensarán dos veces'.

Cinco bis
. Creo que el maestro de Albert Camus no tenía la consideración de autoridad pública.

viernes, 20 de noviembre de 2009

viernes de Dolores, sábados de Gloria


De casi todo, decíamos, hace ya veinte años. Y hace días recordábamos muchos que son esos los que no está entre nosotros la presencia, imponente de sencillez y firme, de Dolores.
Dolores no necesitaba, entonces, de apellido ni de apodo. Había dejado de ser La Pasionaria para seguir siendo la mujer testigo, la mujer sombra, la mujer madre, la mujer entera, en su rostro todas las historias de la historia de su España.
Dolores que baja a la mina y sube a la tribuna del Congreso de los Diputados, Rafael Alberti de plata a su lado. Dolores que entra a la cárcel para que de la cárcel salgan los presos sin culpa. Dolores que vibra de pasión y de ternura en el adiós a esos muchachos que aprenden para siempre el castellano del soydelquintoregimiento y del aycarmela brigadistas e internacionales. Dolores que esconde a unas monjas y las salva. Dolores que aguanta los fríos del exilio con el calor de la carta de su hijo caído y al calor del sueño del regreso.
La Dolores que aguanta serena el calor del debate -comitéscentrales interminables, irreales algunos- tiene el perfil de mi abuela Gloria, su moño cuidado, su sentarse erguidas, como una manera de decir y de mostrar respeto. Tan señoras las dos, de sencillas.
La Gloria sin hombre, cinco hijos y pan para el hambre. Gloria en la huerta y a pie, la noche, caminar hacia Ocaña. Tantas Glorias como las que hicieron una historia aún por escribir de dignidad y entereza. Vencidas que no reconocieron la derrota ni depusieron las armas del amor y la esperanza. Mujeres a la espera.
He tenido la suerte de tener cerca en mi vida mujeres de una pieza, frágiles por fuertes, tercas y tiernas. Glorias y Dolores. Dolores que son capaces de subir con uno a la gloria de los cielos, Glorias que saben cómo fabricar el bálsamo que alivia todos los dolores.
Benditas sean.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

muros

Que veinte años no es nada. Y, como de casi todo, ya hace veinte años de la caída de aquel muro que partió Berlín en dos.
Mi experiencia del muro es una noche tranquila de aquel verano tardío en el otro Berlín de 1989. Un paseo por las calles próximas al hotel -había llegado a la ciudad ya de noche- y una pared de blanco inmaculado que ni hubiera visto de no ser porque cortaba, tajante, la calle apacible de mi paseo.
Con el muro había topado. Ni alambradas, ni torretas ni barreras, ni guardias soldados. Una pared blanca sola. Un encuentro duro por su misma sencilla desnudez, por su romper lo cotidiano de un paseo tranquilo en una noche de septiembre, por esa perplejidad para la que no me encontraba preparado, esa anomalía. Tan alejada de la parafernalia icónica que era ya entonces memoria de mi generación.
Ví al día siguiente la cicatriz absurda desde la torre restaurante de la televisión, cerca de la Alexanderplatz. Y no logré acostumbrarme a llamar a aquello 'frontera interestatal', como lo hacían mis anfitriones ('todos los Estados tienen fronteras, también ustedes') amables y educados, orgullosos de estar construyendo la sociedad socialista: aquel año, me decían, habían conseguido producir el trigo necesario para ser autosuficientes, es decir, libres -¿lo dirían en serio?- de la dependencia capitalista. Mientras, los silos de la UE a reventar y las autoridades capitalistas (de allí mismo, a dos pasos, a una estación de metro) sin saber qué hacer con los excedentes.
Les pregunté por las razones que movían a cientos de ciudadanos de la RDA a dejar su país en esos días por los pasos fronterizos de países vecinos de aquel telón tan frágil que alguien nos hizo creer de acero.
La respuesta, ahora, ya no tiene interés. En dos meses el muro empezaba a ser recuerdo.
Y bien está así. Ya memoria. Y en la memoria deberían estar todos los muros. También los de la indecencia, el dogmatismo y la ignorancia.

sábado, 7 de noviembre de 2009

noviembre

Noviembre es mes de otoño y cumpleaños. Leyendo hoy a mis amigos (Antonio ha escrito de su infancia recuerdos luminosos, y Enrique recrea certeramente una de piratas) y recordando que le debo un recuerdo a Mercedes Sosa, que tanto me ayudó con mis clases -de filosofía, aunque también de las otras- y mi geografía sentimental, he regresado a un poema airado (y escrito por tanto de un tirón) que armé para una publicación de hace unos años sobre la memoria de la escuela.
Éstas eran mis memorias de entonces. Mi abuelo Pedro ocupaba en ellas, y ocupa, el lugar que tiene aún en mi vida.

Son mi infancia recuerdos de frío estufa y leña
raíz cuadrada con flores a maría frescor cerradas las ventanas
te invitan a la siesta
cuadro con ángel de la guarda que nunca supe bien
si protege a los niños que cruzan el puente o aguarda a que caigan
espadas en llamas
y miedo ¿y castigarles prenderles fuego?
foto: mapa de España bola del mundo bandera y águila (la tengo)
ella inmaculada y sonrisa detrás complaciente
escuela de las monjas y yo tres años y apenas recuerdo
pantalón corto jerseymarcelino botas duras que hacía para mí mi padrino
zapatero el maestro de la música que hoy llaman
director de la Banda y exilio y destierro amén

Frío estufa y leña
sabañones qué palabra qué picor qué dolor
primero cantar Isabel y Fernando como los vecinos esos nombres cercanos
y cómo entender ese imperar del espíritu
y en todos los sitios a cada momento la invitación: a morir aunque
besando eso sí
la sagrada bandera ¿y el ángel de la guarda?
y españa la nación poderosa que jamás dejó de vencer
a mi abuelo entre otros recién vuelto de redimir penas
por el trabajo
de albañil de peón de carpintero y a construir los nuevos imperios
la academia imperial por ejemplo de Toledo que sólo sabré mucho más tarde
y ya el general se cuadra y saluda
y enseñándome él y una monja sor Patro a leer y ya nunca lo pude dejar
la cartilla primera ‘me ando en la i’ de la iglesia pintada o en la t del tomate
la u de la uva en pueblo de viñas y mosto y vendimias
la cartilla segunda después el catón enciclopedia álvarez qué pocos libros
nunca más y ahora ya avidez
qué tristeza y miedo y temblor
de cura revestido presidiendo y negro y de oro capa pluvial y aquelarre
de quema de libros
¿de qué irían? ¿de qué sueños hablarían?
allí en la plaza frente a la iglesia ardieron también mis cuentos
que así se les decía entonces en mi pueblo a los ‘tebeos’
los míos sí que escondía robertoalcázar capitántrueno eljabato hazañasbélicas
sigrid el pecado y pedrín
que alguien a mi padre ¿sería el mismo cura? le dijo no son buenos
Son mis recuerdos la escuela de la villa a cubrirse ar y caraalsol
prietaslasfilas
y de nuevo a luchar a morir alegres la patria de escuadras
¿no la del albañil dices? recias marciales impasibles ademanes
y aquel libro de huérfanos que recorren españa y me hace llorar
solidario yo y triste y casi guerrero -y nunca haría la mili marcial-
contra la injusticia y el odio de los malos
¿odio, mi abuelo y los pocos abuelos que con él volvieron?
Y confusión y mucha rabia y descubrir poco a poco la verdad
del silencio
de lo que no se habla de eso no se habla ni hablar que no
y a callar
como butano el color que recuerdo de aquel queso
‘donación del pueblo americano al pueblo español’
como el colchón de hojas de pino que usaría después pasado el mar
y de buen color aquella leche fruto del polvo de bidones grandes
sobrante de Corea
con grumos si hoy doña Amalia no remueve bien
caliente sabrosa de espuma que se queda en el borde del vaso
plegable
del vaso de llevar de casa y de azúcar en papelina bien dobladas

Recuerdos tengo de tardes y juegos pídola tocalé bolas y trompo
que chicos de madrid decían canicas y peón o peonza sí finos
el clavo -calles que no han visto asfalto- que corta y parte y reparte
el territorio
hendiendo la tierra repisada y dura
la comba no que es de chicas y el escondite y la taba y la correa
a médicos no ni hacer guarrerías ni a familias el mismo cura decía
el mismo de no cumplir él mismo ni el sexto ni otros
la amenaza siempre la oscura la muerte la hoguera que quema
para siempre

Los domingos son de más recuerdo de gaseosa pipas y cine
el cine pura alegría qué ganas ir con los buenos ganar
el recuerdo se aviva y se aleja en Santana
que así llaman todos al barrio aquél de mis sueños primeros
que allí crecí
y supe después cuánto después que no que así sí: santa Ana
¿escuela? nave estrecha estufa bancos pizarrón y un cristal roto
corral y retrete y sarmentera para el frío la estufa
barrio de pobres más pobres cuánto los quiero
mocos y talega descalzos todavía algunos fin de los cincuenta
don Eugenio mi maestro mi mejor recuerdo sin saber sus estepas
¿de la azul división?
raíz cuadrada leer leer pluma tintero y secante caligrafía
la letra ¡gótica!, la aritmética dibujar calcando
primera comunión obispo de almirante confirmación
qué guapa mi madre en la foto

Mis recuerdos de entonces no alcanzan a ver ni vara ni palmeta
vendría después, la palmeta
en Madrid con el ingreso con la emigración, sí, extraño
y ajeno y dolor
que se me daban mal el análisis gramatical y el credo

Para entonces había yo perdido ya
la inocencia y a mi pueblo.

martes, 3 de noviembre de 2009

Ausencias

Ayer fue José Luis López Vázquez. Hoy a mediodía, Francisco Ayala. Y me acaba de llegar la noticia de que en la noche del sábado murió Claude Lévi-Straus.
A cada uno lo suyo, y a los tres mi respeto.

De crucifijos, aulas y respetos

"La presencia de crucifijos en las aulas constituye "una violación del derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones", y "una violación de la libertad religiosa de los alumnos". Eso ha establecido hoy la Corte europea de los Derechos Humanos de Estrasburgo, en una sentencia histórica -es la primera vez que el tribunal se pronuncia sobre la presencia de símbolos religiosos en los colegios-, que da la razón al recurso presentado por una ciudadana italiana."
(De la prensa de hoy)

La Corte europea de los Derechos Humanos de Estrasburgo en su sentencia no dice otra cosa que lo obvio, aunque es importantísimo que lo diga.
Parecía obvio, como ya se había anticipado en alguna sentencia de tribunales españoles (colegio de Valladolid) y como he apuntado ya en algunas notas. Esa presencia en aulas de centros públicos era y es, a todas luces, incompatible con la condición de España como Estado no confesional (y, por lo tanto, neutral en materia religiosa) que recoge la Constitución, y con el derecho de madres y padres a que se tengan en cuenta sus convicciones a la hora de la educación de sus hijos e hijas. Más cuando la pluralidad y la multiculturalidad de nuestros centros es una realidad creciente, y ese derecho debe asistir a todos, a los que profesan una religión (que no es siempre la que tiene al crucifijo como un símbolo, tan digno por otra parte) como a los que ninguna profesan.
Es muy importante porque se trata de una sentencia de este altísimo Tribunal que así lo dice (que sea reconociendo el derecho de una ciudadana italiana le da un cierto plus de interés, cercanía del Estado de la Ciudad del Vaticano mediante). Además, porque se recuerda algo que a menudo se olvida o se desatiende: que el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones se debe predicar de todos los padres, y no sólo de unos determinados; que también los padres musulmanes o adventistas o budistas u ortodoxos –de credo- tienen, además de hijos, convicciones y derechos; que también las tienen –y por eso lo son- los padres ateos o, simplemente, agnósticos; incluso las tienen -y bien firmes- los padres católicos que no quieren que se imponga su visión de la tierra y del cielo a los hijos e hijas de quienes no comparten su religiosidad.
Es importante que se diga en una sentencia que la presencia concreta de un símbolo concreto de una concreta religión en un centro educativo público ‘viola la libertad religiosa de los alumnos’. El respeto de la libertad religiosa es, entre otras cosas, la ausencia de símbolos religiosos en un espacio público y común que, por su propia naturaleza, debe acoger y acoge a todos.
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